¿Te has dado cuenta de que todas
y cada una de las cosas que haces o dejas de hacer, por insignificantes que
parezcan, las llevas a cabo o no por una decisión?
Sí, abrir los ojos o cerrarlos,
cantar, gritar, reír, llorar, hablar, callar, pararte, sentarte… todo lo que
hacemos en nuestra vida cotidiana es hecho por lo que decidimos, sea consciente
o no.
Lo mismo es para las emociones y
actitudes. Una emoción es lo que sentimos, como alegría, tristeza o rabia. La
actitud es la manera en la que nos comportamos ante algo que sucede. Por
ejemplo, si alguien a quien quieres te da un lindo regalo, seguramente tu
emoción será de alegría y tu actitud será aceptarlo, sonriendo y agradeciendo.
Bien, si tomamos un caso menos
afortunado, como el de un hombre a quien le pediste que hiciera algo muy
específico, que es de gran importancia para ti lo hace mal, la emoción puede
ser de enojo y la actitud que podrías tener es la de regañarlo o gritarle
agresivamente.
Otro ejemplo: Vas a una fiesta y
alguien hace un comentario de desaprobación hacia tu apariencia, la emoción
quizá sea de tristeza y tu actitud la de evitar que te vean…
En estos tres casos, quizá no
podemos evitar lo que sentimos en un principio pero si reflexionamos un poco, podemos
cambiar la actitud. Podemos elegir no enojarnos; sí, ya sé que parece
totalmente improbable, pero no lo es. Estamos acostumbrados, a reaccionar, pero
si nos tomamos un par de segundos para pensar, se puede lograr.
¿Y qué es lo que tengo que
pensar?
Primero que nada, debemos saber
que todos tenemos un “contenido” completamente distinto que el de los demás,
que obtenemos a lo largo de nuestra vida; tomado de experiencias,
conocimientos, aprendizajes, tipo de educación, etc. a lo que estamos expuestos
el 100% del tiempo en todos sentidos y obviamente a nuestra personalidad, que
en gran medida se crea gracias a todos estos elementos.
Esto da como resultado que veamos
la vida de diferentes maneras y tengamos opiniones y puntos de vista basados en
este contenido. ¿Has escuchado ese dicho de “Cada quien habla por cómo le fue
en la feria? Bueno, de eso se trata. Los juicios que emitimos vienen de ahí, de
lo que hemos aprendido y por ende la manera en que lo expresamos. Si yo digo
que los días lluviosos no me gustan, tú puedes decir – ¡pero si son hermosos! –
entonces, ahora que sé todo lo anterior, lo que debo hacer es respetar lo que
para ti está bien. Porque finalmente a mí no me afecta si te gusta la lluvia,
los rayos y los apagones de luz…
Así, como en el ejemplo de la
fiesta, si esa persona mencionó que no le gusta tu atuendo, entonces te das
cuenta que es su propio punto de vista, extraído de su “contenido”, que no es
el mismo que el tuyo ni el de tus demás amigos; así que sólo son frases que se
dicen, sólo SON, como las notas musicales, tú les das el sentido y la
importancia que quieras. Incluso si llevan la intención de molestarte, si tú no
las tomas personales, es decir que te adjudicas lo que dijeron, no tienen por
qué entrar en ti. Es ahí, justo en ese momento en el que te detienes y piensas:
“eso es lo que para su “contenido” es desagradable, pero para el mío no lo es.
Entonces, como si tuvieras un campo energético invisible, las palabras chocan
en él, caen al piso y ahí se quedan. Tu actitud entonces podría ser de “se me
resbala lo que me diga”, sonríes y te vas a bailar la Macarena…
Lo que los demás piensen, digan u
opinen no define quién eres, a menos, claro está, que tú así lo decidas. Nadie
puede cambiar eso, sólo tú.