domingo, 20 de septiembre de 2015

Tú decides si algo te afecta o no




¿Te has dado cuenta de que todas y cada una de las cosas que haces o dejas de hacer, por insignificantes que parezcan, las llevas a cabo o no por una decisión?

Sí, abrir los ojos o cerrarlos, cantar, gritar, reír, llorar, hablar, callar, pararte, sentarte… todo lo que hacemos en nuestra vida cotidiana es hecho por lo que decidimos, sea consciente o no.

Lo mismo es para las emociones y actitudes. Una emoción es lo que sentimos, como alegría, tristeza o rabia. La actitud es la manera en la que nos comportamos ante algo que sucede. Por ejemplo, si alguien a quien quieres te da un lindo regalo, seguramente tu emoción será de alegría y tu actitud será aceptarlo, sonriendo y agradeciendo.

Bien, si tomamos un caso menos afortunado, como el de un hombre a quien le pediste que hiciera algo muy específico, que es de gran importancia para ti lo hace mal, la emoción puede ser de enojo y la actitud que podrías tener es la de regañarlo o gritarle agresivamente.

Otro ejemplo: Vas a una fiesta y alguien hace un comentario de desaprobación hacia tu apariencia, la emoción quizá sea de tristeza y tu actitud la de evitar que te vean…

En estos tres casos, quizá no podemos evitar lo que sentimos en un principio pero si reflexionamos un poco, podemos cambiar la actitud. Podemos elegir no enojarnos; sí, ya sé que parece totalmente improbable, pero no lo es. Estamos acostumbrados, a reaccionar, pero si nos tomamos un par de segundos para pensar, se puede lograr.



¿Y qué es lo que tengo que pensar?

Primero que nada, debemos saber que todos tenemos un “contenido” completamente distinto que el de los demás, que obtenemos a lo largo de nuestra vida; tomado de experiencias, conocimientos, aprendizajes, tipo de educación, etc. a lo que estamos expuestos el 100% del tiempo en todos sentidos y obviamente a nuestra personalidad, que en gran medida se crea gracias a todos estos elementos. 

Esto da como resultado que veamos la vida de diferentes maneras y tengamos opiniones y puntos de vista basados en este contenido. ¿Has escuchado ese dicho de “Cada quien habla por cómo le fue en la feria? Bueno, de eso se trata. Los juicios que emitimos vienen de ahí, de lo que hemos aprendido y por ende la manera en que lo expresamos. Si yo digo que los días lluviosos no me gustan, tú puedes decir – ¡pero si son hermosos! – entonces, ahora que sé todo lo anterior, lo que debo hacer es respetar lo que para ti está bien. Porque finalmente a mí no me afecta si te gusta la lluvia, los rayos y los apagones de luz…

Así, como en el ejemplo de la fiesta, si esa persona mencionó que no le gusta tu atuendo, entonces te das cuenta que es su propio punto de vista, extraído de su “contenido”, que no es el mismo que el tuyo ni el de tus demás amigos; así que sólo son frases que se dicen, sólo SON, como las notas musicales, tú les das el sentido y la importancia que quieras. Incluso si llevan la intención de molestarte, si tú no las tomas personales, es decir que te adjudicas lo que dijeron, no tienen por qué entrar en ti. Es ahí, justo en ese momento en el que te detienes y piensas: “eso es lo que para su “contenido” es desagradable, pero para el mío no lo es. Entonces, como si tuvieras un campo energético invisible, las palabras chocan en él, caen al piso y ahí se quedan. Tu actitud entonces podría ser de “se me resbala lo que me diga”, sonríes y te vas a bailar la Macarena…

Lo que los demás piensen, digan u opinen no define quién eres, a menos, claro está, que tú así lo decidas. Nadie puede cambiar eso, sólo tú.

Ser independiente





Muchas personas de buen corazón, tratan de hacer bien a otras; se sienten felices haciendo cosas por los que quieren. Algunos, cuando observan que al otro se le dificulta hacer algo, o no sabe cómo hacerlo, los “bienhechores” lo realizan por ellos. También hay personas que asumen lo que sus seres queridos necesitan y lo consiguen para dárselo, aun cuando no se lo hayan pedido expresamente. Ellos pueden invertir mucho tiempo complaciendo y ayudando al mundo entero.


Obviamente la intención es positiva, pues lo hacen desde el corazón; pero quizá no se percatan de que aun los actos de este tipo tienen consecuencias que ni se imaginan. Empezando por sí mismos, pues dejan de vivir y hacer sus propias cosas por estar pendientes de otros.


Un ejemplo muy básico: A un niño le dan dos dulces con las envolturas selladas, toma uno, lo observa y sin decir nada, sin pedirlo, un adulto viene al rescate, se lo pide, se lo abre y se lo da. El niño se va feliz. Más tarde, el niño está solo en su habitación y quiere comerse el otro caramelo, pero no sabe cómo hacerlo, se enoja, llora y se frustra porque no logra lo que quiere. Alguien lo escucha y corre a abrirle otra vez la golosina, pero no le enseñó cómo se hace. 


Al hacer este tipo de cosas por los demás, incluso por los más grandes, les quitamos la oportunidad de aprender a valerse por sí mismos y a conseguir lo que quieren por sus propios medios y cuando se encuentran en una situación en la que no hay alguien que les ofrezca ayuda, no saben qué hacer, entonces se llenan de frustración, y otras emociones que poco a poco van dañando su autoestima y pueden crear confusión, al ver que las cosas no siempre son como en casa, que no es tan fácil, que no todos están dispuestos a dejar lo que están haciendo por atenderlo.


Otra cosa importante que pierden al recibir todo “peladito y en la boca” es la satisfacción del logro, tan importante para el desarrollo de muchas de las habilidades que se necesitan para abrirse paso en la vida, en un trabajo, en una relación, etc.


Es aconsejable que desde pequeños enseñemos a las personas a hacer todo por sí mismas, a resolver, a que se den cuenta de que sí pueden, obviamente todo de adecuado a la edad y madurez de cada niño, porque de no hacerlo, el mensaje es: “tú eres incapaz de hacerlo, no puedes, por eso lo hago yo por ti” y es muy probable que crezca con esa idea labrada, impresa, acuñada o tatuada en el subconsciente y tal vez buscará comprobarse a sí mismo que en efecto, no es capaz y es posible que afecte el resto de su vida y ni siquiera sepa porqué o de dónde vienen sus problemas y carencias; por lo tanto, dejemos que experimenten, todos aprendemos a base de prueba-error.

sábado, 15 de agosto de 2015

"Las cosas siempre pasan por algo"… ¿Qué quieren decir con eso?


Cuando estamos en alguna situación complicada, de la que no podemos explicarnos de dónde viene, porqué pasó… ¿por qué a mí? Y estamos inmersos en el agobio que esta nos provoca, llega alguien a decirnos la típica frase: “Todo pasa por algo” y nos puede generar incluso más enojo o frustración al no comprender el fondo de ninguna de las dos cosas.


Yo soy de las que lo dicen, pero con una diferencia, yo digo: “Todo pasa para algo”.


Cada una de las cosas que se nos presentan en la vida, hasta las que parecen más insignificantes tienen un objetivo: que aprendamos algo de ellas. Si analizamos un poco cómo se va desarrollando un niño pequeño, al que se le va explicando todas y cada una de las cosas que le pueden pasar si hace o no tal o cual cosa, las consecuencias que pueden suceder a partir de ello y crece fortaleciendo su inteligencia; es exactamente lo que pasa con nosotros, o mejor dicho, sigue pasando con nosotros, pero con la diferencia de que ya somos más grandes y lo hacemos regularmente solos.


El típico ejemplo: a una niña que se acerca a ver la flama de una vela, su mamá instantáneamente la apartará de ella explicándole que si la toca puede quemarse y le dolerá mucho (cuando menos), pero la chiquita no tiene idea de qué significa quemarse, pues no ha tenido la experiencia, entonces, por más que le digan que no lo haga, su curiosidad la llevará a hacerlo, y no es, sino hasta que sucede que aprende que es algo que puede causarle daño y por lo tanto deja de hacerlo. ¿Para qué se quemó? Para que aprendiera esa lección: -si tocas el fuego, te quemas-.

Mientras crecemos vamos experimentando cosas semejantes y entonces empezamos a formar un criterio propio de lo que está bien y lo que no, porque entendemos las consecuencias de nuestros actos. 


Así, todo lo que nos pasa, nos va enseñando lecciones en distintos niveles, porque obviamente mientras más aprendemos de lo que vivimos, las enseñanzas son cada vez más avanzadas/grandes/complicadas. 


Pongámoslo ahora en un contexto como adultos, con algo más o menos sencillo: como que un hombre lleva mucho tiempo sin trabajo. Alguien  le dice que está en esa situación para algo… quizás en ese momento no pueda verlo, analizarlo o percibirlo, pero al verse acorralado por las consecuencias naturales que el no tener dinero conlleva, busca maneras diferentes de solucionarlo y sin ser totalmente consciente de eso, empieza a utilizar su creatividad y los conocimientos que ha ido adquiriendo a lo largo de su vida. Busca en su mente las cosas que ha hecho, que le dieron resultados positivos, sin contar con que quizá sea una persona que ha estudiado, leído, que como sea que haya sido, se ha llenado de herramientas (que tal vez en algún momento pensó que eran inservibles) y las aplica. Entonces surge una buena idea de un proyecto que podría generarle no sólo ganancias económicas, también hacer algo que realmente le gusta y que posiblemente no era ni parecido a lo que había hecho antes.


Esto mismo puede ser con una pareja tóxica, con un accidente, con la muerte de un ser querido, con un robo, etc. Todo pasa para algo.

Entonces, cuando te pase algo que en el momento piensas que es un gran problema, sólo deja que suceda, y espera un poco, respira, porque lo más seguro es que en algún momento, tarde o temprano te lleve a algo mejor. Recuerda que las cosas las vemos dependiendo de la actitud que tengamos hacia ellas y si te permites verlas desde una perspectiva positiva, por más triste, doloroso, fuerte, agobiante y sin sentido que te parezca, tiene algo bueno para ti.