Cuando estamos en alguna situación complicada, de la que
no podemos explicarnos de dónde viene, porqué pasó… ¿por qué a mí? Y estamos
inmersos en el agobio que esta nos provoca, llega alguien a decirnos la típica frase:
“Todo pasa por algo” y nos puede generar incluso más enojo o frustración al no
comprender el fondo de ninguna de las dos cosas.
Yo soy de las que lo dicen, pero con una diferencia, yo
digo: “Todo pasa para algo”.
Cada una de las cosas que se nos presentan en la vida,
hasta las que parecen más insignificantes tienen un objetivo: que aprendamos
algo de ellas. Si analizamos un poco cómo se va desarrollando un niño pequeño,
al que se le va explicando todas y cada una de las cosas que le pueden pasar si
hace o no tal o cual cosa, las consecuencias que pueden suceder a partir de
ello y crece fortaleciendo su inteligencia; es exactamente lo que pasa con
nosotros, o mejor dicho, sigue
pasando con nosotros, pero con la diferencia de que ya somos más grandes y lo
hacemos regularmente solos.
El típico ejemplo: a una niña que se acerca a ver la
flama de una vela, su mamá instantáneamente la apartará de ella explicándole
que si la toca puede quemarse y le dolerá mucho (cuando menos), pero la
chiquita no tiene idea de qué significa quemarse, pues no ha tenido la
experiencia, entonces, por más que le digan que no lo haga, su curiosidad la
llevará a hacerlo, y no es, sino hasta que sucede que aprende que es algo que
puede causarle daño y por lo tanto deja de hacerlo. ¿Para qué se quemó? Para
que aprendiera esa lección: -si tocas el fuego, te quemas-.
Mientras crecemos vamos experimentando cosas semejantes y
entonces empezamos a formar un criterio propio de lo que está bien y lo que no,
porque entendemos las consecuencias de nuestros actos.
Así, todo lo que nos pasa, nos va enseñando lecciones en
distintos niveles, porque obviamente mientras más aprendemos de lo que vivimos,
las enseñanzas son cada vez más avanzadas/grandes/complicadas.
Pongámoslo ahora en un contexto como adultos, con algo
más o menos sencillo: como que un hombre lleva mucho tiempo sin trabajo. Alguien
le dice que está en esa situación para
algo… quizás en ese momento no pueda verlo, analizarlo o percibirlo, pero al
verse acorralado por las consecuencias naturales que el no tener dinero conlleva,
busca maneras diferentes de solucionarlo y sin ser totalmente consciente de
eso, empieza a utilizar su creatividad y los conocimientos que ha ido
adquiriendo a lo largo de su vida. Busca en su mente las cosas que ha hecho,
que le dieron resultados positivos, sin contar con que quizá sea una persona
que ha estudiado, leído, que como sea que haya sido, se ha llenado de
herramientas (que tal vez en algún momento pensó que eran inservibles) y las
aplica. Entonces surge una buena idea de un proyecto que podría generarle no
sólo ganancias económicas, también hacer algo que realmente le gusta y que posiblemente
no era ni parecido a lo que había hecho antes.
Esto mismo puede ser con una pareja tóxica, con un
accidente, con la muerte de un ser querido, con un robo, etc. Todo pasa para
algo.
Entonces, cuando te pase algo que en el momento piensas
que es un gran problema, sólo deja que suceda, y espera un poco, respira,
porque lo más seguro es que en algún momento, tarde o temprano te lleve a algo
mejor. Recuerda que las cosas las vemos dependiendo de la actitud que tengamos
hacia ellas y si te permites verlas desde una perspectiva positiva, por más
triste, doloroso, fuerte, agobiante y sin sentido que te parezca, tiene algo
bueno para ti.