Muchas personas de buen corazón, tratan de hacer bien a otras; se sienten felices
haciendo cosas por los que quieren. Algunos, cuando observan que al otro se le
dificulta hacer algo, o no sabe cómo hacerlo, los “bienhechores” lo realizan
por ellos. También hay personas que asumen lo que sus seres queridos necesitan
y lo consiguen para dárselo, aun cuando no se lo hayan pedido expresamente.
Ellos pueden invertir mucho tiempo complaciendo y ayudando al mundo entero.
Obviamente la intención es
positiva, pues lo hacen desde el corazón; pero quizá no se percatan de que aun
los actos de este tipo tienen consecuencias que ni se imaginan. Empezando por
sí mismos, pues dejan de vivir y hacer sus propias cosas por estar pendientes
de otros.
Un ejemplo muy básico: A un niño
le dan dos dulces con las envolturas selladas, toma uno, lo observa y sin decir
nada, sin pedirlo, un adulto viene al rescate, se lo pide, se lo abre y se lo
da. El niño se va feliz. Más tarde, el niño está solo en su habitación y quiere
comerse el otro caramelo, pero no sabe cómo hacerlo, se enoja, llora y se
frustra porque no logra lo que quiere. Alguien lo escucha y corre a abrirle
otra vez la golosina, pero no le enseñó cómo se hace.
Al hacer este tipo de cosas por
los demás, incluso por los más grandes, les quitamos la oportunidad de aprender
a valerse por sí mismos y a conseguir lo que quieren por sus propios medios y
cuando se encuentran en una situación en la que no hay alguien que les ofrezca
ayuda, no saben qué hacer, entonces se llenan de frustración, y otras emociones
que poco a poco van dañando su autoestima y pueden crear confusión, al ver que
las cosas no siempre son como en casa, que no es tan fácil, que no todos están
dispuestos a dejar lo que están haciendo por atenderlo.
Otra cosa importante que pierden
al recibir todo “peladito y en la boca” es la satisfacción del logro, tan
importante para el desarrollo de muchas de las habilidades que se necesitan
para abrirse paso en la vida, en un trabajo, en una relación, etc.
Es aconsejable que desde pequeños
enseñemos a las personas a hacer todo por sí mismas, a resolver, a que se den
cuenta de que sí pueden, obviamente todo de adecuado a la edad y madurez de
cada niño, porque de no hacerlo, el mensaje es: “tú eres incapaz de hacerlo, no
puedes, por eso lo hago yo por ti” y es muy probable que crezca con esa idea
labrada, impresa, acuñada o tatuada en el subconsciente y tal vez buscará
comprobarse a sí mismo que en efecto, no es capaz y es posible que afecte el
resto de su vida y ni siquiera sepa porqué o de dónde vienen sus problemas y
carencias; por lo tanto, dejemos que experimenten, todos aprendemos a base de
prueba-error.
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